Los pueblos godos, que habían entrado en Hispania como federados de Roma, se asientan en la Península Ibérica en el siglo VI: suevos y visigodos consiguen organizarse en reinos a la par que, durante un breve periodo de tiempo, el emperador Justiniano crea la provincia bizantina Spania en el sur y sureste. El rey Leovigildo (572-586) somete a los suevos y crea, como hecho relevante, el reino de Toledo desde el que dirige la unificación territorial; su hijo Recaredo abandona el arrianismo y realiza la unificación religiosa de Hispania.
Toletum, Corduba, Emerita, Recopolis, Illici o Eio son algunas de las ciudades visigodas, de las que conocemos espléndidos relieves arquitectónicos, basílicas y palacios, e incluso barrios. De las necrópolis nos han llegado armas y objetos de adorno como las fíbulas y los broches de cinturón. Y la rica orfebrería visigoda tiene como exponente el Tesoro de Guarrazar (Guadamur, Toledo), conjunto de coronas y cruces ofrecidas a la iglesia por reyes y nobles.