El siglo V a.C. es el momento de esplendor de la pintura de vasos ática y del estilo de figuras rojas. Los artistas continúan investigando en los logros técnicos de sus antecesores, pero lo que ahora es nuevo es el estudio de las actitudes y del cuerpo en movimiento, y todo ello integrado en la búsqueda de un naturalismo realista. Las conquistas en el terreno del dibujo y la composición fueron acompañadas por algo más importante: un nuevo espíritu, una nueva concepción armónica y unitaria del hombre, de su figura, una interiorización y gravedad alejadas de las viejas fórmulas arcaicas y de su visión analítica. Se introducen ahora los temas de la vida cotidiana con una fuerza y una riqueza desconocidas hasta entonces. Los nuevos ideales democráticos de Atenas reclamaban unas imágenes que exaltaran los valores del individuo como integrante de una comunidad. La educación de los jóvenes, las fiestas ciudadanas, el mundo de la mujer, el rito del simposio, son los temas que, junto al mito, serán remodelados como vehículo y forma de integración en el nuevo orden social y político.
En la segunda mitad del siglo surgen pintores fuertemente influidos por las nuevas concepciones escultóricas desarrolladas por Fidias en el Partenón. El nuevo espíritu fidíaco inunda sus composiciones y el estudio de sus figuras, donde se ensalza la belleza heroica, casi olímpica, del hombre, su divina juventud, nobleza y digna reserva. Algunos de los mejores vasos de este período son lécitos de fondo blanco destinados exclusivamente al ritual funerario. No están pintados con la técnica de figuras rojas, sino empleando un engobe blanco sobre el que los personajes están dibujados en contorno con algunos colores adicionales.
En los años finales del siglo V Atenas se enfrenta a la peste, a las incursiones peloponesias, a la desaparición de su poderío naval y a una grave crisis económica. La confianza y el sereno optimismo del clasicismo maduro dan paso a un arte que se refugia en el refinamiento, la gracia y delicadeza, el afectado virtuosismo y el ilusionismo pictórico. Las obras de artistas como Aison o el Pintor de Prónomos son perfectos exponentes de este estilo.