Bronce, maderaSalto de línea National Cash Register Company, Clase 400Salto de línea Estados Unidos, 1913
En el imaginario popular, las cajas registradoras son uno de los símbolos del dinero. Fabricadas exclusivamente para manejar monedas y billetes en el comercio, sirven tanto para llevar la contabilidad como para proteger el dinero de las tiendas. Su inventor fue el estadounidense John Ritty, propietario de un saloon, que en 1879 ideó una máquina que le permitiese registrar los ingresos sin errores al final del día y, sobre todo, evitar los hurtos por parte de sus empleados. De hecho, las primeras cajas recibieron el nombre de “El cajero incorruptible”.
El invento fue perfeccionándose rápidamente, hasta las máquinas electrónicas que conocemos hoy. Las registradoras son uno de los pasos evolutivos de las calculadoras y ordenadores actuales: esta máquina, fabricada en 1913, ya era capaz de calcular, registrar y distinguir entre efectivo y crédito, el empleado que realiza la operación, y entregar un recibo al cliente. Era una herramienta de tecnología compleja y alto precio.
Desde 1885, las máquinas de la National Cash Register Company, adaptadas a las monedas de diferentes países, se vendieron en todo el mundo. Pese a las reticencias iniciales de propietarios y empleados –unos debían invertir en una máquina cara, otros sentían que se dudaba de su honradez-, las cajas National se convirtieron en un símbolo de prestigio que debía poseer todo establecimiento de postín. Sus vistosos acabados, algunos diseñados por la casa de joyería Tiffany & Co., hicieron de ellas objetos no sólo útiles, sino hermosos.
Adquirida en 2014, el último propietario de esta caja fue el restaurante bilbaíno Casa Vasca, cerrado ese mismo año.
En exposición en La moneda, algo más que dinero, Entreplanta, Sala 39.