El análisis de la música de los remotos tiempos de la Prehistoria requiere estudios muy complejos desde distintos enfoques en los que participan disciplinas tales como la etnomusicología, la etnoarqueología, la arqueología musical y la arqueoacústica. Estas dos últimas estudian los restos de instrumentos musicales y la acústica de los lugares utilizados para la práctica musical.
La tarea es ardua y compleja, pues si bien muchos artefactos, de los cuales desgraciadamente apenas quedan evidencias en la mayoría de los casos, están diseñados claramente con finalidad acústica y su identificación no presenta apenas dudas, otros son más difíciles de identificar por los arqueólogos en las excavaciones, como son los sencillos objetos de la vida cotidiana adaptados y usados con fines sonoros o los materiales naturales levemente intervenidos para convertirse en instrumentos musicales.
Tal sería el caso de ciertos elementos utilizados a modo de instrumentos de percusión: un objeto que produce sonido al ser golpeado o unos palos que se entrechocan, cuyo uso, lamentablemente, no ha dejado huellas ni marcas identificables.
También estarían entre estos primeros instrumentos, otros con un grado de elaboración algo más complejo, por ejemplo, las primeras flautas que los hombres y mujeres del Paleolítico probablemente confeccionaron con cañones de plumas de ave y huesos largos de estas aves o de otros pequeños animales, a los que practicaron orificios una vez vaciados y que, de nuevo conviene constatar, el paso del tiempo no ha permitido su conservación debido a su fácil proceso de desintegración.