Según la tradición académica, con las primeras menciones escritas a los pueblos de cada área cultural termina la “Prehistoria” entrando en la denominada Protohistoria, momento que en la Península Ibérica se produce a comienzos del primer milenio a.C. con la llegada de los fenicios, y después de los griegos, a nuestras costas.
Se inicia el área expositiva con Las novedades del primer milenio -uso de escritura y moneda, dominio de la metalurgia del hierro, orfebrería y cerámica a torno- cuya asimilación formó parte del proceso de La formación de los pueblos prerromanos del interior de la Península y del mítico reino de Tartessos, gracias a su contacto con los pueblos centro-europeos y fenicios.
En Iberia, un mosaico cultural se presenta a los pueblos prerromanos con sus peculiaridades culturales y nombres propios, preámbulo de la presentación pormenorizada de la organización social, actividades económicas, costumbres funerarias, y creencias de Las poblaciones ibéricas, Los pueblos célticos y Las poblaciones púnicas. La presión de la conquista romana diluye estas culturas, como se muestra en la última parte titulada De Iberia a Hispania.