A partir del año 313, con la promulgación del edicto de Milán, el cristianismo se fue extendiendo por la península ibérica, sobre todo entre los grandes propietarios de las zonas rurales. La nueva religión modificó los ritos funerarios, contribuyó en gran medida a la generalización del rito de inhumación y propició la sustitución de las escenas mitológicas o alegóricas de los sarcófagos de épocas anteriores por las que representaban escenas del Antiguo y el Viejo Testamento, con especial predilección por temas relacionados con la resurrección y la salvación, como la resurrección de Lázaro.
También se conocen laudas sepulcrales realizadas con mosaicos polícromos que servían para marcar las tumbas. Es el caso de esta lauda sepulcral procedente de Alfaro (Logroño), que sirvió para cubrir la tumba del personaje acomodado que se representa en ella y que probablemente sería un dominus o señor de una villa. Por las inscripciones, sabemos que se llamaba Ursicino, que murió a los 47 años dejando una hija de 8 años y que fue su esposa Meleta quien le dedicó la lauda.
Forman parte de la composición, símbolos cristianos, como el crismón, anagrama de Cristo, y símbolos paganos, como la corona vegetal que lo rodea, y que representa la victoria sobre la muerte y la venera, símbolo de la divinidad y la riqueza. Esta utilización simultánea de símbolos paganos y cristianos demuestra que el programa iconográfico de la religión cristiana estaba en proceso de formación a mediados del siglo IV, fecha en la que fue realizada esta lauda.