En las tumbas de época visigoda se han descubierto ajuares funerarios con gran número de objetos, aunque el ritual cristiano no contemplaba esta práctica. La mayoría de estos objetos formaba parte de la indumentaria. Es el caso de los broches de cinturón cuadrangulares y las fíbulas, en ocasiones con forma de animales, como águilas, ciervos o palomas. También son frecuentes los objetos de adorno personal, como collares, zarcillos, aretes y anillos de varios tipos. Igualmente, dentro de las tumbas y formando parte del ajuar funerario, se han encontrado pequeños recipientes de cerámica, normalmente jarros o jarritas, y platos y cuencos de vidrio.
Las tumbas visigodas pertenecientes a la aristocracia son fácilmente identificables dada la riqueza de sus ajuares, ya que los objetos de adorno que contienen están elaborados con metales preciosos. Así, encontramos collares, pendientes y zarcillos, anillos y fíbulas aquiliformes en bronce dorado con incrustaciones de vidrios y piedras preciosas. Destaca por su riqueza el ajuar de la tumba de una mujer visigoda encontrada en El Turuñuelo (Medellín, Badajoz) y fechada a finales del siglo VI, que incluye hilos de oro, un conjunto de 15 brácteas o apliques de vestido realizados con finas láminas de oro repujado y, sobre todo, una fíbula de oro también repujada con el motivo de la Epifanía en la que puede apreciarse a la Virgen con el Niño y a los tres Reyes Magos bajo la estrella de Belén. En ella, una inscripción en griego parece indicar su origen bizantino.