La presencia islámica en la Península introdujo desde el principio un nuevo sistema monetario, basado en el dinar de oro, el felús de cobre y, sobre todo, el dírham de plata. Sus primeras emisiones son dinares gruesos y toscos en latín, pronto también en árabe, acuñados a partir de 712 para pagar a las tropas durante la conquista.
Aunque las primeras monedas del mundo islámico se crearon a partir de modelos bizantinos y orientales, la tradición religiosa, que rehuía las imágenes, produjo enseguida tipos propios y muy diferenciados: piezas completamente cubiertas por escritura árabe, con citas del Corán y menciones al gobernante y sus títulos, la fecha y el lugar de producción.
Esta preferencia por la palabra hace de las monedas andalusíes auténticos objetos parlantes, gracias a las cuales podemos constatar los cambios territoriales, religiosos y políticos de la compleja trayectoria de al-Ándalus, hasta su desaparición en 1492.
De hecho, los dinares de la conquista son uno de los escasos testimonios de los inicios de la historia andalusí. Son, además, los primeros documentos oficiales fechados en los que aparece el símbolo (la estrella) y el nombre en árabe que identifican el nuevo territorio conquistado para el Califato Omeya: al-Ándalus.