Incluso en la sociedad griega, que establecía una fuerte dicotomía entre el varón y la mujer, existían intersticios y zonas de ambigüedad. En este “cántaro” (recipiente con función ritual en forma de copa con asas) podemos ver la representación de una figura con rasgos sexuales tanto masculinos como femeninos; lo que hoy describiríamos como una persona intersexual. Se trata del dios del amor, Eros, con forma llamada ‘hermafrodita’, en referencia a Hermafrodito, figura mítica, según algunas fuentes hijo de Afrodita y Hermes, que presentaba rasgos de ambos sexos.
La iconografía de Hermafrodito, al representar la unión entre lo femenino y lo masculino, estaba asociada en el mundo grecolatino a la fertilidad y a la protección del matrimonio. Las primeras imágenes de Hermafrodito aparece en el siglo V a.C., y su iconografía adquiere gran popularidad en época helenística, la época a la que pertenece esta pieza. También en este periodo empiezan a representarse dioses como Eros o Dioniso con formas hermafroditas. Todas estas representaciones hacen referencia, no a un ser monstruoso o aberrante, sino a una poderosa forma superior con propiedades protectoras y propiciatorias.
Esto no significa, sin embargo, que las personas reales con rasgos intersexuales recibieran este mismo tipo de lectura positiva. Tenemos escasa información sobre intersexualidad en Grecia, pero en Roma sabemos, por ejemplo, que los bebés que nacían con rasgos sexuales dobles eran abandonados. La percepción de la intersexualidad en el mundo grecolatino presenta por tanto una marcada dualidad entre la apreciación de imágenes y figuras míticas, y el rechazo de individuos reales.
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