El ámbito de la sexualidad femenina en Roma queda, como en Grecia, relativamente oculto e invisibilizado en fuentes tanto iconográficas como escritas. De la ciudadana romana se esperaba que, con contadas excepciones, desarrollara una vida discreta, centrada en el ámbito de la domus, de la casa familiar, donde había de quedar confinada toda práctica sexual femenina respetable, dentro del concepto de la pudicitia al que las romanas debían someterse. Sin embargo, no sólo rompía la sexualidad femenina a menudo las barreras de la domus, como reflejan diversas fuentes escritas, generalmente en tono reprobatorio o satírico, sino que es en el propio ámbito de la domus, apartado de la vista pública, donde podemos suponer que las mujeres romanas desarrollarían diversas relaciones sexuales y afectivas que no han dejado apenas huellas explícitas en el registro documental o arqueológico.
El homoerotismo femenino es un ámbito particularmente difícil de estudiar ante la extremada escasez de fuentes. Sin embargo, sí conservamos algunas referencias al erotismo entre mujeres. Por ejemplo, aunque desde una perspectiva negativa, Marcial nos habla de Philaenis, una mujer que deseaba a otras mujeres y tenía relaciones con ellas, mientras que la fiesta de la Bona Dea descrita por Juvenal se ha interpretado en ocasiones como una celebración de corte homoerótico femenino. También dentro de la sátira y la caricatura se habla de las tribades o mujeres que mantienen relaciones sexuales entre ellas, en obras como las Fábulas de Fedro o las Controversias de Séneca el Retórico. En la iconografía, las escenas de sexo entre mujeres son extremadamente escasas, pero no inexistentes. Conocemos, por ejemplo, algunas lucernas con imágenes de sexo oral entre mujeres, así como algunas pinturas.
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