La cerámica andalusí ha destacado siempre por su calidad técnica y belleza decorativa. Una de las técnicas más desarrolladas y complejas fue la de reflejo metálico, también denominada loza dorada, cuyo proceso de elaboración era muy laborioso ya que requería cocer la pieza tres veces. Con dicha técnica se fabricaron en el siglo XIV los elegantes jarrones de la Alhambra, así llamados por haberse localizado algún ejemplar en ese palacio, aunque el gran centro productor de loza dorada se situó en Málaga.
El cuerpo ovoide de estos jarrones, de base estrecha e inestable, está realizado a torno. A él se añadieron el cuello alto con molduras verticales y las asas planas, verticales y anchas de función únicamente decorativa. La decoración geométrica, vegetal o epigráfica, en dorado o en dorado y azul les da un aspecto lujoso y elegante.
Estos grandes jarrones, dada su fragilidad, no tuvieron un uso práctico, sino más bien suntuario. Estuvieron destinados a decorar los espacios palatinos como símbolos del poder y del lujo de la dinastía nazarí. Eran objetos exclusivos que se exportaron por todo el Mediterráneo.