En este relieve, del denominado Conjunto B de Osuna (Sevilla) del siglo I a.C., un músico toca un gran instrumento aerófono que funcionaba a modo de trompa y producía un sonido más grave cuanto mayor fuera su tamaño. Se denomina cuerno, o cornu, de ahí el nombre de cornicen dado al que lo toca. El tubo se ensanchaba hacia su pabellón para ganar una mayor sonoridad. El peso que llegaba a alcanzar aconsejó añadirle una barra transversal que el músico sujetaba con su mano izquierda. Instrumentos similares han aparecido en los contextos arqueológicos ibérico, celtibérico y romano.
Esta figura forma parte de un conjunto de escenas, pertenecientes a un monumento funerario, dedicadas a exaltar la figura del difunto. En este caso, el instrumento sirve de atributo iconográfico para representar el sonido, ingrediente fundamental en todas estas ceremonias públicas. Nuevamente, nos hallamos ante un instrumento que propiamente no es musical, sino sonoro, como otros ya mencionados.