Dos escenas representadas en estos aliceres del siglo XIV, pertenecientes al palacio de Curiel de los Ajos (Valladolid), recogen instrumentos musicales propios de la nobleza caballeresca bajomedieval. El cuerno, utilizado para la caza, era propiamente un objeto más valorado por su potencia sonora y comunicativa que por su musicalidad, sin afinación y con un timbre estridente que permitía ser oído en espacios exteriores.
El otro instrumento representado, el laúd, de cuerpo oval, es tañido con un plectro o péñola por un juglar. Fue introducido en Europa desde al-Ándalus, dónde se convirtió en el cordófono punteado más célebre de la Edad Media, aunque en nuestra Península compartió protagonismo, poco después, con la vihuela. Se distingue el clavijero tumbado con seis clavijas, lo que indicaría otras tantas cuerdas o, más probablemente, dos órdenes dobles y dos cuerdas simples.
Entonces era frecuente que la misma persona cantara y se acompañara por un instrumento. En este caso, la pieza que tañe al laúd parece monódica, o de una polifonía muy primitiva, ya que para ejecutarla no hace uso de los dedos de la mano derecha, ocupados con el plectro.