Esta caprichosa pieza del siglo XIV es un jarro con pico empleado para echar agua en una palangana y lavarse las manos. Representa a un animal fantástico con un instrumento musical igualmente imaginario. El monstruo es un centauro, mitad hombre, mitad caballo. La figurita que une espalda y grupa sirve de asa para sostener el objeto. El agua, que se introduce por la cabeza, se vierte por el orificio en que remata un instrumento musical de cuerda indeterminado, más decorativo que real, que sujeta con una mano. Por la posición, el centauro quizá sostenía con la otra un arco con el que frotaría las cuerdas, que el artista ha procurado que se distingan.
A veces es complicado saber si los modelos que reproducen los artistas son instrumentos reales o elaboraciones de su imaginación, algo evidente en este caso. Lo mismo se puede decir de las agrupaciones instrumentales. El significado simbólico de la música provocó representaciones que no se correspondían con la realidad. En ocasiones, solo se trataba de señalar la presencia genérica de la música o utilizarla con fines decorativos, por lo que estos instrumentos no sirven para documentar otros, hoy perdidos.