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La mujer y el Nuevo Mundo

Búcaro de olor

La cerámica de Tonalá, producida en Jalisco (México) y sucesora de las cerámicas prehispánicas, fue muy apreciada tanto en la Nueva España como en Europa. En particular, sobresalió la demanda de búcaros o jarrones, como estos del siglo XVII, que excitaban varios de los sentidos. La vista, por su belleza, y el olfato, porque las arcillas con que se fabricaban impregnaban el agua de un agradable olor. Por ello, se usaron como perfumeros y se conocieron como “búcaros de olor”, cualidad que se extendió al sabor del agua contenida en ellos. Además, sorprendía su sonido y el agradable tacto de su superficie bruñida.

Esta cerámica nos permite, a través de la bucarofagia, corroborar el nuevo papel que la mujer adquirió en la cultura occidental a partir de esta época, de nuevo supeditada al varón, quien en buena medida decide los cánones de belleza femenina.

Consistía, según consta documentalmente, en “devorar” en pequeñas dosis fragmentos de estos jarrones por las presuntas propiedades que le atribuían a la arcilla con que fueron hechos. De este modo, conseguían adelgazar y tener una tez más blanca, conforme a los cánones de belleza de la época. Estos cánones han cambiado actualmente, pero siguen esclavizando a la mujer, y no tanto al hombre. La práctica de la bucarofagia, extendida entre las mujeres de la sociedad barroca, persistió hasta el siglo XIX, a pesar de que médicos y confesores intentaron erradicarla.

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