Esta es una estatua de Apolo, dios de la razón y la belleza y modelo de excelencia para los varones griegos. Éstos se consideraron perfectos y absolutamente contrarios y superiores a la mujer, su contramodelo. Los varones, tras recibir una esmerada educación y alcanzar la ciudadanía, eran los protagonistas de todas las actividades de su ciudad, donde exhibían su espíritu de esfuerzo, competición y superación. La educación, el debate, la política, el ocio y el deporte fomentaban este espíritu, y la guerra en defensa de su ciudad, lo ponía a prueba.
Sin embargo, la mujer, privada de educación, sufrió en esta época una de las formulaciones más crueles y duraderas de la historia, pues fue categorizada “como varón imperfecto”, en lo que insistieron muchos filósofos griegos, con Aristóteles a la cabeza. Por todos estos motivos, la ciudadanía quedó como prerrogativa masculina, excluyendo a las mujeres de ella y de todos los ámbitos de la vida social, aunque afortunadamente hubo algunas excepciones.