Introducción

Inicio. Sala 23: Mundo medieval: Al Ándalus

El grueso de la población hispana de época tardorromana y visigoda practicaba el cristianismo, que se había empezado a implantar en la Península en el siglo I d.C. También desde época romana atestiguamos la presencia de judíos en Hispania. A pesar del endurecimiento de las leyes por los monarcas visigodos, la comunidad judía ibérica llegó a ser una de las más numerosas de la Europa medieval. Con la llegada del islam a partir del año 711, comienza un periodo de casi ocho siglos en el que estas tres comunidades religiosas conviven en la península ibérica. No hay una sola manera de describir esta cohabitación: según el momento y lugar podemos encontrar conflicto o colaboración, tolerancia o persecución, acercamiento o separación. Los tópicos sobre la convivencia perfectamente armoniosa de las ‘Tres Culturas’ nos dejan tan lejos de la realidad como los que proponen un marco de continua pugna.

Además, la presencia de tres religiones no nos debe hacer pensar en tres grupos homogéneos. Cada comunidad religiosa fue internamente muy diversa. Tanto los territorios de dominación cristiana como los de dominación musulmana estuvieron a menudo divididos en distintos reinos, a veces enfrentados entre sí. Cada territorio, incluso territorios dentro de un mismo reino, desarrolló rasgos culturales propios, al tiempo que compartía características con otros territorios de su misma y de distinta religión. Musulmanes y cristianos vivieron además como minorías religiosas en distintos contextos, mientras que las aljamas judías se integraron en zonas rurales y, sobre todo urbanas, de reinos tanto cristianos como musulmanes. Todas estas comunidades en minoría a menudo compartían más rasgos con sus vecinos de otras religiones (lengua, vestido, costumbres) que con correligionarios de otros territorios. A esta realidad de convivencia, conflicto, mezcla e integración, que desborda los límites que puede plantear la idea de las ‘Tres Culturas’, responde un patrimonio que refleja precisamente esa poliédrica realidad en todos sus matices. Las ‘Tres Culturas’ de la península ibérica no producen tres, sino un patrimonio: rico, complejo, diverso.

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