El mediodía peninsular, la llamada Hispania Ulterior, es un área compleja en donde las ciudades optan por distintas escrituras para sus emisiones monetarias, opciones que reflejan el variado sustrato cultural y también la cada vez mayor presencia romana.
Un pequeño grupo utiliza escrituras indígenas, no siempre de fácil lectura: usan la variante meridional de la escritura ibérica, excepto las monedas de Salacia (Alcácer do Sal, Setúbal, Portugal), testimonio único de una escritura propia, también conocida como sudlusitana.
Las dos cecas más importantes de este grupo, y también las primeras en comenzar a acuñar, quizá a finales del siglo III a.C., son Castulo y Obulco, en la provincia de Jaén, dos centros potentes gracias al control de áreas mineras y agrícolas. Como en el resto del territorio hispano, la mayoría de las ciudades que emiten moneda lo hacen entre el siglo II y mediados del I a.C., siempre en bronce pero en diferentes cantidades. La mayoría va integrando paulatinamente la escritura latina.
El reverso de las monedas de Castulo, una esfinge con un característico tocado rematado en punta, inspiró las esculturas que flanquean la puerta del Museo, obra de Felipe Moratilla (1893-1894).