Durante las primeras fases de la Edad del Bronce, se desarrolló en el sureste peninsular la cultura argárica, de compleja organización social y con economía agropecuaria intensiva.
La Cista de Herrerías (Cuevas del Almanzora, Almería), enterramiento típico de estas poblaciones metalúrgicas del Bronce Antiguo, consiste en una caja formada por seis lajas de piedra. Luis Siret, un pionero de la arqueología, halló en su interior un esqueleto replegado sobre su costado izquierdo. Su ajuar funerario estaba constituido por sus armas, como correspondía a los varones de cierta posición social, y por los recipientes de cerámica en los que sus familiares le ofrecieron alimentos para asegurarle la supervivencia en el Más Allá.
Al igual que en todas las tumbas documentadas en los poblados argáricos, este enterramiento se realizó bajo el suelo de una casa, para mantener al antepasado difunto cerca de la comunidad de los vivos. Sin embargo, no toda la población tuvo derecho a ser enterrada, ni se enterró con el mismo tipo de ajuar, ni en el mismo tipo de tumba. El estudio comparativo entre las tumbas de los poblados argáricos evidencia, por un lado, diferencias de género, como se aprecia por la aparición de diademas de oro, como la de Caravaca de la Cruz, en tumbas de mujeres importantes que las utilizaron como símbolo de ostentación de su poder y prestigio social. Y, por otro, la consolidación de la desigualdad social, al hacerse hereditarias las posiciones de poder, como demuestra la existencia de algunas tumbas infantiles acompañadas de ajuar. Dicho poder se fundamentó en el control de la producción agrícola y metalúrgica, del comercio a larga distancia y de la defensa de la población.