A partir del siglo XIII surgieron nuevas monedas en los reinos cristianos, a medida que la sociedad y la economía interior se diversificaban, y los requerimientos del Estado y del comercio internacional aumentaban.
Mientras que la Corona de Aragón miró hacia Italia a la hora de elegir el sistema para su moneda de oro, la de Castilla mantuvo el vínculo con al-Andalus: hasta finales del siglo XV permaneció fiel al patrón de peso islámico, aunque con tipos completamente diferentes.
“Dobla” era el nombre castellano del dinar almohade y nazarí, y se convirtió también en el de la moneda de oro de la Corona de Castilla. Las primeras doblas conocidas fueron acuñadas por Alfonso X, el Sabio (1252-1284), cuyo reinado expansivo implicó una continua necesidad de dinero. Reúnen en sus dos caras los emblemas de Castilla y de León y los títulos de Alfonso como monarca de ambos reinos, unidos definitivamente en 1230 por su padre, Fernando III.
La dobla se mantuvo durante más de dos siglos, con variaciones en el diseño que se reflejan en sus nombres. Hubo “doblas de cabeza” (con el busto del rey), “de la banda” (por el escudo cruzado de la Orden de la Banda), “enriques de la silla” (con Enrique IV entronizado), o “castellanos” (por el castillo).