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El maravedí. Monedas para el pueblo

Sala 29, vitrinas 8 y 9 Ocho maravedís de Felipe III. Burgos, 1604. Vellón. Pulse para ampliar Ocho maravedís de Felipe III. Burgos, 1604. Vellón.

El maravedí renació en el siglo XVI, pero convertido en moneda de vellón de poco valor, el escalón más bajo del numerario castellano. Mientras el oro y la plata recorrían el mundo, los humildes vellones eran las únicas monedas que veía en sus vidas la mayoría de la población, por lo que transmiten mucho mejor que los metales preciosos el clima real de la sociedad.

De hecho, los maravedís fueron protagonistas de las graves crisis de finales del siglo XVI y del XVII. El Estado cargó sobre sus usuarios los problemas económicos y financieros que sufrió la Castilla de los Austrias: depreciaba su ley mientras obligaba a llevarlos a las cecas para marcarlos, tras el pago de una tasa, con un mayor valor facial. Y aunque una pieza de cuatro podía conventirse en una de ocho, los precios de los productos subían en paralelo, por lo que estas maniobras sólo provocaron un enorme malestar social que no se recondujo hasta el siglo XVIII.

A partir de 1716, las reformas borbónicas incluyeron la unificación monetaria. El sistema castellano se impuso en todos los territorios de la monarquía, desapareciendo así las antiguas monedas de los reinos hispánicos. Desde entonces y hasta mediados del XIX, el maravedí fue el dinero de los pequeños gastos de la vida cotidiana y de las gentes con escaso poder adquisitivo.

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