Si la dracma es la unidad monetaria del mundo griego, el shekel, o siclo, es la de fenicios y cartagineses. Los asentamientos fenicios en la Península se remontan a los inicios del primer milenio a.C.; algunos se convirtieron en ciudades relevantes, como Gadir (Cádiz), aunque fue su pariente Cartago, en la actual Túnez, quien asumió el papel dominante en el Mediterráneo occidental.
En 237 a.C. Cartago, derrotada en la Primera Guerra Púnica, emprendió la conquista de Iberia en busca de recursos, especialmente la plata del sur. Esta estrategia condujo al segundo enfrentamiento con Roma y supuso un punto sin retorno para Iberia, convertida en parte y escenario del conflicto. Las grandes cantidades de plata y bronce acuñadas para la guerra fueron decisivas para animar a las ciudades hispanas a producir sus propias emisiones.
Los cartagineses acuñaron las monedas más espectaculares de la Antigüedad hispana. Sus dobles y triples shekels, diseñados en gran medida como vehículos de prestigio y propaganda, transmiten el poder de Cartago a través de sus dioses, los emblemáticos caballos, las naves de guerra y los elefantes que aterrorizaban al enemigo.
Las acuñaciones cartaginesas terminan en 206 a.C., con su retirada de la Península, pero Gadir y otras ciudades de raíz fenicia acuñaron moneda hasta el siglo I d.C.