Mirar al pasado desde las construcciones culturales del presente puede llevar a conclusiones imprecisas.
La tumba nº 155 es el enterramiento principal de la necrópolis ibérica del Cerro del Santuario en Baza (Granada), y es famosa porque en su interior fue hallada esta escultura, conocida como Dama de Baza, una urna cineraria antropomorfa de gran tamaño tallada en piedra caliza en la primera mitad del siglo IV a.C. La presencia del ajuar que acompaña a la Dama, y que incluye varias panoplias de guerrero, indujo a los investigadores a pensar que era la tumba de un hombre. Se asimiló a un caudillo protegido por una diosa. Porque las armas… pertenecen al ámbito masculino… ¿o no?
Los estudios de antropología física aplicados a partir de la década de 1980 a los restos de huesos y cenizas conservados demostraron que la persona enterrada era una mujer. El ajuar metálico de la Dama de Baza, a sus pies a modo de ofrenda, se interpreta como resultado o reflejo de las honras fúnebres que se habrían celebrado por esta dama con luchas de guerreros y que nos llevan a pensar que podría tratarse de la fundadora de un linaje que habría sido heroizada por sus descendientes. Esto se nos presenta como signo de la importancia y protagonismo que las mujeres desempeñaron en la sociedad ibérica. El descubrimiento y estudio de esta tumba, que se había conservado sellada y con el contexto arqueológico intacto, supone un antes y un después en el conocimiento de la historia de las mujeres iberas.
Factores como las diferencias de edad, condición social, riqueza (pero también otros más complejos como las creencias, modelos de socialización o conducta, identidades, afectos y sentimientos de pérdida…), pueden tener su reflejo en la constitución del ajuar y ofrendas de los enterramientos. Sexo y género son dos factores que se conjugan con el resto para construir identidades complejas.
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