Estos peculiares objetos de esparto son el testimonio más antiguo del trabajo de este material en la península ibérica. Se han conservado durante casi siete mil años gracias a las extraordinarias condiciones naturales de la cueva de los Murciélagos, utilizada como enterramiento colectivo. Se trata de restos de indumentaria, vestidos y calzado, y de cestillos finamente tejidos que sirvieron como objetos personales o ajuar funerario de los difuntos allí depositados. Doce de estos cadáveres estaban dispuestos circularmente en torno a un cuerpo femenino. Este hecho, interpretado simbólicamente hoy en día, presupone la importancia de una mujer de carne y hueso, que fue honrada de esta forma.
Aunque esta mujer parece haber tenido un papel destacado dentro de su grupo social, no quedan muy claras sus posibles ocupaciones. Los objetos de esparto de esta tumba nos sitúan ante una importante cuestión ¿quién se encargaba de mantener y alargar la vida útil de estos objetos cotidianos y de tenerlos en condiciones de uso? Desconocemos si fueron varones o mujeres quienes lo hicieron. La documentación histórica de épocas más tempranas y la comparación etnográfica indican que muchas de estas actividades, imprescindibles para la supervivencia de una comunidad, han sido tradicionalmente realizadas por mujeres.