Durante el Paleolítico, los seres humanos aprendieron a transformar otras materias primas, como, por ejemplo, el hueso. Las características de este material, más blando que la piedra, facilitaron la fabricación de útiles.
El proceso de elaboración de instrumentos se realizaba a partir de huesos o astas de animales, materiales que se podían encontrar fácilmente en la Naturaleza. Primero, se marcaba sobre el hueso o el asta la forma del objeto deseado utilizando un buril de piedra con mango de madera. A continuación, la varilla extraída se pulía frotándola con una piedra para darle forma, acción que dejaba su huella en ella.
En hueso, podía obtenerse una gran variedad de instrumentos. La azagaya es una punta de lanza que se enmangaba en un astil o mango de madera. Ambos elementos, azagaya y el astil, se biselaban y se unían mediante una cuerda. El arpón es un instrumento para cazar y pescar con una característica fila de dientes y un agujero casi en su extremo para atarlo a su astil, en el que estaría encajado. De esta manera, tras lanzarlo y clavarlo en la presa, podía recuperarse tanto ésta como el arpón tirando de la cuerda. La aguja de hueso enhebrada servía para coser fragmentos de piel. Previamente, se perforaba ésta con un punzón para facilitar el paso de la aguja. El último objeto seleccionado es una cuchara, ya de época neolítica. Su forma, compuesta de una parte cóncava y un mango, es adecuada para comer alimentos líquidos o blandos. La perfecta adecuación de la forma de todos estos objetos a su función obedece a un buen diseño que tenía en cuenta la tarea para la que se iban a utilizar.