A veces el patrimonio refleja mezcla y conflicto al mismo tiempo. Nos encontramos ante una campana de una iglesia cristiana capturada como botín de guerra que fue reconvertida en lámpara de mezquita. La conversión de campanas cristianas en lámparas para mezquitas fue una práctica relativamente habitual en la edad media peninsular, tal y como atestiguan las fuentes. Por ejemplo, Ibn al –Kardabus (siglo XII), en su Historia de al-Andalus, nos habla de las campanas que colgaron los almorávides en la mezquita mayor de Valencia hacia 1108 procedentes de Barcelona, mientras que Rodrigo Jiménez de Rada (1170-1247), en su ‘De Rebus Hispaniae’ menciona las campanas de Santiago de Compostela que iluminaban la mezquita de Córdoba y que fueron devueltas una vez conquistada la ciudad por Fernando III de Castilla (1201-1252). En algunos casos, como en la mezquita de Al-Karaouine en Fez, todavía se conservan lámparas-campana in situ.
Las campanas se convirtieron en un símbolo del cristianismo, cuyo sonido se contraponía al de la llamada a la oración, símbolo a su vez del islam, por lo que su captura y conversión en un elemento para iluminar una mezquita tenía una alta carga simbólica. De la misma manera, en las mezquitas conquistadas por cristianos se añadían cruces en los yamures o espadañas, y campanas a los minaretes.
Además, esta lámpara en concreto tiene especial relevancia ya que fue dos veces botín de guerra. Se desconoce de qué iglesia cristiana procede originalmente, pero se reconvirtió en lámpara para la mezquita de Orán, en la actual Argelia, añadiéndole los candelabros de bronce que hoy se pueden observar. La vuelta a la península ibérica de esta lámpara se dio a principios del siglo XVI cuando el Cardenal Cisneros (1436-1517) la trajo después de su campaña militar para la conquista de Orán.
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