Este arco presenta una forma de herradura angrelada (Imagen 1) y está decorado con yeserías con decoraciones geométricas y vegetales de tradición andalusí. Presenta además, en sus medallones y en el intradós, decoraciones epigráficas en árabe cúfico, con fórmulas de alabanza a Dios muy similares a las que encontramos en palacios nazaríes. No procede, sin embargo, de un palacio andalusí, sino del Palacio de los Reyes de León.
En la década de 1370, el rey Enrique II de Castilla (1334-1379) ordena la construcción de una residencia real en León. A diferencia de lugares como Toledo o Sevilla, León no tenía un pasado andalusí remarcable ni contaba con grandes edificios de época islámica, y se encontraba a cientos de kilómetros de los territorios nazaríes. Con su elección de decoración, sin embargo, Enrique II no estaba importando directamente una tradición andalusí hasta el norte de su reino, sino que estaba dando continuidad a formas arquitectónicas y ornamentales que llevaban décadas conformando la imagen de la corte castellana. Desde al menos el siglo XIII, miembros de la realeza castellanoleonesa habían decorado con elementos arquitectónicos y yeserías muy similares a esta palacios y monasterios, desde Sevilla y Toledo a Burgos y Tordesillas. Este arco, por tanto, no nos habla simplemente de influencias e intercambios entre Castilla y Al-Ándalus, sino de culturas cortesanas compartidas ya consolidadas a finales del siglo XIV.
Esto no significa que no hubiera diferencias entre las cortes, ni que todo el ámbito cortesano cristiano utilizara esta estética. Por ejemplo, la construcción del palacio real leonés es casi contemporánea de la de otra residencia real hispana, el palacio real de Olite, en este caso para la monarquía navarra. La estética de raíz islámica está ausente en Olite, donde el estilo arquitectónico se sitúa mucho más cerca de lo francés. Es decir, en la Baja Edad Media, un palacio real castellano podía ser mucho más similar a un palacio nazarí que a otro palacio real cristiano.
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