Este esbelto lécito fue el icono de la muerte para los griegos. Guardaba los aceites perfumados con los que se purificaba el cadáver, y después del entierro, quedaba en la tumba en señal de respeto. La muerte para los griegos suponía una separación brutal. Quizás por miedo al olvido, dibujaban en estos vasos las imágenes de sus seres queridos, y así podían recordarlos llenos de vida. En Grecia, el luto era blanco, como estos vasos fúnebres, los mármoles de sus estelas o sus tumbas.
Luto blanco y luminoso, como deseaban los griegos que fuese el final del incierto y oscuro camino que iniciaban sus muertos. Sabían que un temido barquero les acompañaría hasta la otra orilla, pero no el destino que le esperaba a cada uno.